El cerro de la guairita, el paseo por el rio. 1969
Eran las 6 de la mañana, días de diciembre, y hacia un frío espantoso en esos días en Caracas, tanto que había que estar con una chaqueta y yo niñito salí a la hora del amanecer caminando desde mi casa y al lado de la iglesia del Cafetal, vía la Guairita había un caminito de tierra en dirección al Cementerio del Este. En eso días no existían los edificios del boulevard del Cafetal así que salía y me metía por ese caminito rodeado de gamelote que me doblaba en altura, y detrás de la iglesia había un árbol grande de cují y mi sorpresa en la penumbra del amanecer, me encuentro una perrita blanca que tenía un nido allí en el caminito de la iglesia. Y de inmediato nos enamoramos y se pego a seguirme. Y en un segundo le puse de nombre “linda”. Era una mestiza blanca, muy bella pero flaquita y estaba toda sucia. Y ella se fue de inmediato tras de mí. Bajamos por el caminito vía los avioncitos y nos encontramos a los bomberos ya formándose a esa hora de la mañana tempranito.
Los Bomberos del Cafetal que desde que tengo uso de razón están allí. Y seguimos el camino vía el cementerio. Y justamente donde construían la vía provisional de Macaracuay, allí enfrente a esa curva esta el Señor Eugenio Ramírez quien vive en estos días. Y el tenia una gran cantidad de caballos de alquiler y el pasaba todos los días por la casa y yo me montaba en los mejores caballos. Así que a pesar del gran amor que tenía por Aurelio, mi tío Juan que era mas grande que yo, salía mas temprano y nunca me despertaba, se iba a buscar los caballos al monte con Aurelio y cuando yo llegaba ya se habían ido sin mí. Así que cogía para casa de Eugenio muy de madrugada.
En esos días, Aurelio tenía una casita de madera en el terreno de los bomberos del cafetal y allí tenía todas las sillas y aperos de los caballos de alquiler. Y esa casita olía a puro caballo y yo niñito me metía de madrugada en esa casita con ese pocotón de sillas y frenos de caballos y me acostaba feliz en los sudaderos respirando ese olor tan particular a caballo que para mi estaba impregnado en mi alma. Y ya en esos días estaba yo estrenando papa así que era un niño completamente feliz rodeado de lo que debía estar rodeado ya a una edad tan particular. Y es así como nos criamos mi tío Juan Cancio y yo. Ningún niño de nuestra edad en estos días podría reproducir una niñez tan bella como la que nosotros vivimos. Y le doy gracias a Dios por tanto regalo.
Aurelio Cardozo Guía, en el caballo Cartucho. A la Izquierda.
Eugenio Ramírez, en el Potro Negro. Ala derecha
Terrenos de la actual Plaza las Americas (El Cafetal) año 1967
Cuando Linda y yo nos encontramos eran escasamente el amanecer y apenas los primero rayos de luz me mostraban el caminito de tierra y el pasto mojado por el rocío de la mañana me mojaba los brazos y la cara con sus gotas de agua. La tierra era muy amarilla y luego me tiraba por una bajada muy empinada en un cartón como que simulando un inmenso tobogán de tierra. Y a esa edad ya tenía mis espuelas de rodaja ancha que me las regalo mi papa Ernesto en Villa de Cura y no me las quitaba ni para dormir que además me ayudaban a frenarme cuando me tiraba por ese tobogán natural de tierra amarilla.
Cuando llegaba a casa de Eugenio ya su hijo mayor benigno estaba ensillando su caballo preferido, un alazano criollo que era un tractor para subir cerros. Era muy fuerte y lo mantenían empacado de carne de lo gordito y lindo que estaba. Benigno quien nunca tuvo un buen gusto y además tenía un carácter huraño, le cortaba los pelos de la cola muy cortos, pero ese era su gusto y no aceptaba críticas. Recuerdo que le ponía muchas cobijas para no maltratar el lomo del caballo. El lugar estaba repleto de puestos de caballos y olían muy mal a puro amoniaco. Pero los caballos estaban siempre gordos y bonitos. Como si fuera apenas ayer recuerdo que Eugenio en el lugar alimentaba con cebada que compraba muy barato en la Polar y la cargaba en una camioneta Pick Up verde oliva marca Chevrolet muy vieja, imagino que algún modelo de los 60 y tenía la particularidad de que le puso unos cuernos muy grandes y caramera de vaca en el capot de la camioneta a la que la gente llamaba “la Cachua”. Era imposible no identificar en Caracas esa camioneta y a su particular conductor.
La gente que vivía por ese sector era escasa y a pesar de que es la entrada del Cementerio del Este, en esos días como que moría menos gente, ese cerro de Eugenio ahora está lleno de gente muerta y de tumbas con flores. Y su entrada, es una vía ya casi que intransitable y va a empeorarse con el paso del tiempo. Ya no queda un solo centímetro donde construir un edificio. Bueno y al frente de esa bajada que lleva al cementerio existe una gran montaña que era el lugar donde Eugenio tenía su gran potrero y al final de esa bajada esta el rio la Guairita que es uno de los afluentes del este de caracas del rio Guaire que se encuentran en la zona de Petare.
La montaña completa era solo para sus animales. Y Eugenio un tipo de Petare como toda su familia muy entendido con las cosas de la naturaleza, era el hombre que sobaba un animal golpeado con mentol chino y lo mejoraba con sus masajes, era ese personaje que con una pluma de gallina le colocaba tópico llanero a una gusanera para curarla y se curaban, o a quien vi drenarle un golpe en la corona del casco con una técnica aprendida en la universidad de la vida. Se escupía la mano y le ponía su saliva en la banda coronaria y comenzaba a sobarle resbalando sus dedos en la línea donde terminan los pelos y comienza el casco hasta encontrar el punto del dolor, sacaba su navaja del bolsillo y en un segundo hundía la punta en el punto del dolor y el caballo sangraba profusamente para luego colocarle querosén y el caballo dejaba de cojear. Y usaba una técnica muy particular de rezos y oraciones religiosas especiales para curar un animal con alguna inflamación. Como si fuera ayer le escuchaba decir que a ese caballo le pego la luna! Ya él en esa época manejaba el concepto de la luna y el efecto que esta tiene en los fluidos corporales y de allí viene a estas alturas de mi vida la comprensión que tengo sobre este tema que es tan controversial y que me ha ahorrado tanto problema. Y gracias a el entiendo que uno debe operar si es posible en luna menguante y eso la gente de estos tiempos no lo entiende o no tienen como entenderlo.
Eugenio siempre cargaba una navaja de esas que llaman pico e loro en el bolsillo muy bien afilada y para todo la sacaba para que la gente supiera que estaba armado. En esa época no se veía la gente portar armas como en estos días y el solo hecho de mantener un arma que el código penal establece como arma blanca, era signo de que el tipo que la portaba era de temer. Pero que va!, era pura fanfarronería de él. Eugenio es un hombre muy trabajador y luchador y era incapaz de hacerle un daño a ningún ser humano. Y amante de los animales como ningún otro en el mundo. Siempre peinado de una forma muy partículas como aquellos que usaban su pelo bien peinado hacia atrás con ese pegoste muy famoso al que le hacían mucha propaganda llamado Breel Cream. Con un lunar en el pelo que le hace lucir con un gran mechón blanco lateral en el cuero cabelludo. Y la misma maña de tener un cuchillo era con Aurelio y cada vez que se rascaba quería enseñar a mi tío Juan Cancio que era un muchachito a pelar con cuchillo y lo enseño a tomar guarapita y ron y lo enseño a fumar como un hombre recio desde los 12 años. Y mi abuela era tan alcahueta y preventiva que le compraba ella misma el cartón de Astor rojo para que no le aceptara cigarros a nadie. Decía mi abuela que allí le podían poner droga y le jodían a su muchachito. Y no era mentira del todo. Mi abuela siempre muy preventiva y no se caía a coba con la vida. Ella sabia como era todo, estaba adelantada a esos tiempos de antes.
Y benigno su hijo se perdía en esa montaña de mañana bien temprano a buscar los caballos y se le veía desde la caballeriza, allá a lo lejos como desaparecía en el monte. Y al rato se comenzaba a ver el grupo de caballos como corrían de un lado al otro por los caminitos de la montaña y comenzaban a bajar de ese cerro tan grande a plena carrera, y toditos sabían el camino a casa y subían desde el rio por la calle a plena carrera por el piso de macán. Eran al menos unos 25 caballos corriendo por la calle y el sonido que hacían los cascos de los caballos corriendo en tropel con sus herraduras echando chispas contra el asfalto, era ensordecedor y todo un espectáculo para cualquiera. Pero para mí, un niño de 6 años es una visión que estará en mis recuerdos hasta el último de mis días. Todo esto ocurría como algo muy normal y sin el mas mínimo peligro por el medio de la calle y llegaba esa manada de caballos a los comederos que eran una grandes bañeras de esas viejas que sacan de las casas y Eugenio se las llenaba de una pócima que el mismo había diseñado. Un saco de amelazado y afrecho con maíz picado, un saco de pan viejo que le vendían en la panadería del cafetal y terminaba de llenar de agua y esos caballos como locos metían la cabeza completa buseando hasta las orejas, en esa bañera buscando el alimento que estaba en el fondo y se comían el pan sobrenadante y se bebían como locos esa agua dulce que les gustaba tanto. Y nunca se enfermaban de nada. Era impresionante ver como les gustaba la pócima de Eugenio. Mas nunca se lo vi a nadie hacer. Luego su hijo menor Alito comenzaba a ensillar todos los caballos y los sacaban afuera y los amarraban en un árbol afuera en la calle para que los padres y niños los vieran y los alquilaban. Como yo era muy niño, y mi tío me dejaba botado yo tenía esa alternativa de ir a casa de Eugenio. De manera que mis recuerdos están llenos de madrugadas como esas, que fue tan especial porque llego a mi vida nuestra primera perra, “Linda” que por mucho tiempo nos acompaño para arriba y para abajo hasta que un día desapareció y no supimos mas de ella. No sé que le paso?
Luego de que los caballos eran ensillados la vuelta que tenía Eugenio diseñada era increíble y llena de diversión y fantasía para cualquier ser humano. Allí en la puerta del terreno de Eugenio se montaba uno en un caballo y cuando ya estaba armado un buen grupo de caballos arrancaba uno por esa bajada vía al cementerio y al llegar al puente del rio de la Guairita veía con vértigo lo grande y alto que era ese puente. Y pasaba uno el puente completo y agarraba el caminito de tierra a la derecha y pasábamos por la casa de Chopo un buen amigo de la infancia que tenía una casita en el tope de un cerrito y tenía a su caballo Aragueño amarrado bajo de la sombra de una mata grande que tenía de algarrobo frente a su casita siempre bien pintada de colores pastel y techo de tejas rojas de esas que ya no se ven en los campos que rodeaban la Caracas de esos días. Y se veía a chopo desde temprano en la mañana bañando su caballo bayo crines negras con pelos blancos que salían de la crin y siempre lo mantenía muy lindo y gordo. Y apenas los caballos entraban al camino de tierra se transformaban y como que se ponían eléctricos y querían era trotar y correr. Y ese muchachero feliz montados en los caballos. La vuelta era larguísima y bajaba uno vía la quebrada que pasaba frente a la cueva de Pio y seguía esa ruta de pura arenita de rio que la mayor parte del año estaba seco y recogía las aguas de lluvia de esos cerros del área. Y pasábamos bajo un túnel que el techo era parte de la carretera del cementerio u se abría abruptamente un túnel vegetal de puro bambú verdecito que crecía alrededor de los riachuelos del área. Y entraba uno a un inmenso cañaveral que era de una belleza sin igual creado por la naturaleza. Era un micro ambiente tan particular que era como pasar en menos de media hora por 5 ambientes diferentes. Y llegábamos a un gran galpón que estaba en el medio de la nada allá en ese mundo particular. Allí tenían gallos de pelea, allí vivía el famoso coleador que nunca vi colear, Bolaños. Y se paraba uno con ese pocotón de caballos y nos tomábamos una colita grappet que ya no existe o una green spot. También había chicha en botella o fresco de guanábana o tamarindo. Ya nada de eso existe desde hace muchos años. Luego de descansar los caballos y tomarnos un refresco seguíamos el camino hacia arriba por un camino lleno de matas de cujíes que ya no se ven en caracas como antes. Y al fin agarrábamos el asfalto y subíamos de nuevo de regreso a la entrada del terreno Eugenio. Toda esta alegría lo que costaba eran apenas 5 bolívares de aquella época. Y así pasábamos el día completo hasta llegar la tarde y de repente llegaba la gente a caballo de la zona de el llanito, y entre ellos estaba Oscar que cariñosamente llamaban culo flaco y pasaba tío Doso y su hijo Héctor que a los años se cayó de ese puente alto de espalda y no murió pero quedo loco y comenzó a deambular por todo cafetal sin rumbo fijo luego de la muerte de su papa. Y era Héctor un hombre de a caballo y muy conocedor, lástima que murió. En las tardes Chopo montaba al caballo Aragueño, llegaba el Chino y Guanche con su caballo moro Guachafita a caballo y pasaba la gente que venían desde la california Norte. Unos portugueses con sus caballos bellos y gooordos que pasaban por los movimientos de tierras hechos en esos días que darían forma a lo que es hoy la vía provisional de Macaracuay. Ah que tiempos aquellos. Es como si el cielo de aquellos tiempos fuera más azul y las nubes mas lindas y los arboles diferentes, como que mas verdes y frondosos. Y estaba también el caballo Paso Doble un alazano muy lindo de crines y cola grises. Y estaba también en un puesto en caballo blanco mosqueado Raspin Fly que era el más lindo de la zona. Y su dueño el Señor Portales el tío de Alejandro Fajardo lo cuidaba mucho y lo consentía como a un niñito. Y el caballo Lucky un ruano bellísimo de crines Ponchecrema. Era una época y una zona de ensueños de esas que ya nunca podrán ser vividas por nadie en caracas. De todo esto lo único que queda es el recuerdo de algo que ocurrió hace muchos años y yo lo viví como ningún niño ha podido vivir. Desde niño a la edad de 6 años conocí lo que era el gamelote, el capín melao, la paja pará y que a los caballos le encanta comer mango, pero a los cuarto de milla no les gusta mucho, pero la manzana si les gusta y la zanahoria también pero al criollo no les gusta. Y que la semilla de cují les gusta mucho también. Y a mi yegua mora importada le gustaba la pira y a los criollos no. Que cosas tan raras vi desde niño. Y la hoja del bambú les encanta a los caballos criollos. Y la yegua mora cada vez que la llevaba a casa de mi mama en el Cafetal se comía las palmeras y las dejaba peladitas y ella muy brava me armaba esos zaperocos. Al caballo colombiano le gusta mucho la zanahoria y al de equitación también. Y a todos les gusta el azúcar y el papelón. La alfalfa no les gusta sino es a los caballos americanos y a los purasangres, pero si les ofreces a elegir de comer entre el gamelote verde y fresco versus cualquier otro pasto les gusta mas el gamelote. Parece ser muy palatable a los caballos es como una lechuga para nosotros, al menos para mí que me gusta tanto. Y la boca del caballo a potrero se le pone verdecita, pero si comen cabezona que por error es idéntica al gamelote pero que corta al tratar de agarrarla con la mano les corta toda la boca y comisuras de la boca al caballo y se les pone horribles de por vida. Así que hay que tener cuidado con la cebezona que corta mucho, parece que sus bordes son como cuchillos. Ese es una maleza introducida en Venezuela hace unos 60 años para ser sembradas en las carreteras como contenedoras de deslizamientos en los movimientos de tierra. Esto me lo conto el profesor Tiburcio Linares cuando teníamos practicas en la universidad. Y es así tal y cual.
Y no se por que? Pero a cada rato paso por allá por la Guairita, y me paro a recordar esos momento de mi infancia y de mi vida, a preguntar por la salud de Eugenio y a recordar con mi amigo de la infancia Alito.
Así fue como entre en estos días como muchos otros y le silbo como desde la infancia he hecho y grito Waldoooo. Y sale Alito de inmediato y me saluda con cariño de hermanos de la infancia. Y en ese lugar estaba un tipo de nuestra infancia con una yegua viéndola con cara de compungido. Y me dice, te estábamos llamando con la mente.
Y a Fabián tendría 30 años que no lo veía así que no lo pude reconocer, sufrió con los años al igual que yo una metamorfosis. Tiene el pelo gris y no es la persona que hace tantos años conocí, así que estoy conociendo una nueva persona. Es coleador y como buen coleador quiere ser herrero, arrendador, caballericero, veterinario, y cuanta vaina uno pueda hacer para evitar gastar dinero. Y se entiende, yo lo entiendo.
En ese proceso de creer que es veterinario y herrero, se puso a herrar su yegua. Una yegua de 4 años lindísima de color alazano mestiza y bien empacada de carne como me gustan a mí los animales. Tiene el signo en fuego en cada nalga de la esvástica usada por Hitler en la segunda guerra mundial. Y debido a esto él le puso como nombre la “Nazi”.
Tenía una gran lesión con hongos en la piel en el área del anca y él me enseña un merjunje de una mata llamada yerba mora y me dice que así es que la va a curar. Le explique cómo curarla pero no me hizo caso. Al día siguiente fui a verla y la había bañado con la yerba mora. Lo que me hizo ver que perdí todo el tiempo explicándole cómo funcionan los hongos y como se curan, pero la vida es así. Yo sigo igual muriendo en mi ley y tratando de educar a todo cristiano que se me aparece en el camino. Y entiendo que no es fácil entender los procesos biológicos.
Le yegua estaba completamente coja de la mano derecha. Y me pidió que la revisara. Y la toque como siempre lo hago. Por la cara la toco y le veo los ojos y la conjuntiva, rezo y pido sanidad, la acaricio la piel y le toco los músculos del cuello y pecho y los del lomo y glúteos. Hago presión delicada sobre los mismos y al fin le agarro el casco. Y veo rápidamente la causa de la claudicación. Tenía 2 abscesos en la suela y el corion protruía la ventana de la suela.
Esta situación produce un dolor agudo en cualquier animal. Un dolor difícil de manejar y que produce una cojera que llega al punto de mantener la pata en el aire en algunas ocasiones. Solo una vez vi un apotro del desaparecido haras Rio Seco en Turmero Edo Aragua, con una grave rotación donde la falange estaba expuesta en ambos miembros anteriores y de unos 2 años estaba caminando como que si nada estuviera pasando. Pero este es un caso único en toda mi vida, solo explicable con el tema ya explicado de lo que es el umbral del dolor de un individuo.
De manera que la yegua estaba supurando líquido y material necrótico de esas ventanas en la suela, a lo que busque azúcar y crema magistral y por tres días colocamos esa cura y se cambio diariamente y coloco anime en la mano afectada
Ante la infeccion en el hueso, decidi aplcar una tecnica directa de antibiotico en el hueso, que diseñe en el 99 y expuse en el congrespo britanido de medicos veteribarios en 2002, aplqie un torniquete sobre la caña, saque tosa la sangre del digito y aploque 20 cc de gentamicina en un cateter numero 18. Se dela el atibiotico en el dijito por 5 munutos y se estrae el caterer, luego el torniquete-
Al 7mo día se herró la mano con una herradura de hierro a la que se le libero toda la presión de la suela y le puse una plantilla de cuero grueso y polixiloxano en la ranilla, la yegua reacciono muy bien y apenas la herré de la mano salió caminando como que allí nunca paso nada.
Al día siguiente llame a ver como estaba la yegua y Fabian preocupado me dijo que estaba coja de nuevo. A lo que fui de inmediato a verla. Y la revise bien y concienzudamente, no iba a dejar que me comiera este caso. Así que palpe bien la banda coronaria como Eugenio hacía, toque el casco y me concentré, me metí adentro del casco con mi mente y revise estructura por estructura en mis pensamientos, revise los nervios y sistema circulatorio del casco y sus estructuras internas y allí no había dolor alguno, así que me fui a los músculos del cuello y allí encontré el dolor, le puse 20 cc de buta y 10 de Meflosil con la certeza de que el dolor esta vez era muscular y así fue. Al día siguiente la yegua estaba perfecta.
A los 3 días monte a la yegua y todos fuimos muy felices. Y Alito también.
Autor Dr. Carls Federico Rodriguez Garanton. Medico Veterinario especialista en Equinos. Miembro del Salon de la Fama como Medico Veterinario en USA. Lousville Ky 1999. Medico veterinario UCV- FCV especialista en equinos 26 anos de experiencia profesional. Especialista en podologia en equinos. Especialista en reproduccion, infertilidad, inseminacion artificial y tranasplante de embriones en equinos. Clínica y cirugía. Medicina preventiva y curativa.
Herrero certificado por la AFA en USA, Certified Journeyman Farrier by the BWFA. International Tester BWFA.
Cel 04143227648. carlosfrodriguezg@hotmail.com
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